
Mis dedos lascivos danzando por tu espalda
convulsas uñas como felinos en celo
olfatean por las honduras de tu piel.
Mi boca, devorándote de Este a Oeste;
anfibia mi lengua de Norte a Sur
rozando la inmediatez de tu cuerpo,
serpiente encantada
donde se empuña mi locura.
Tu centro, mi centro... y la eternidad estalla.
© María Ayala OFICIO EDICIONES 2012
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